Como criar y educar a niños felices
La mujer de hoy en día no solo aspira a tener una buena carrera
profesional, a disponer de independencia económica, una buena pareja que la
comprenda, un grupo social de amigos/as con los que identificarse, sino que además,
y dentro de este complejo círculo, se encuentran también ellos: los hijos. Lo
más importante de su vida, pero a los que, de algún modo, tiene la clara
sensación de no dedicarles todo el tiempo que desearía.
Es entonces cuando surgen las dudas ¿Lo estaré haciendo bien? ¿Y si no
estoy atendiéndoles lo suficiente? ¿Y si estoy cometiendo algún error? Todo
ello, les lleva en ocasiones a padecer lo que se conoce últimamente con el
“síndrome de la mala madre“.
Al día de hoy la “maternidad”, ha dejado de focalizarse exclusivamente en
la figura de la mujer. Los papeles están más abiertamente compartidos, y eso,
sin duda, es muy bueno, pero de alguna forma, la figura materna sigue viéndose
así misma como un eje vital en la crianza. De ahí, las dudas, de ahí las
preocupaciones.
¿Cómo podemos educar niños felices en medio de esta sociedad tan
exigente, en la que habitualmente, no tenemos tanto tiempo como deberíamos? Te
damos una serie de claves que pueden servirte de ayuda, ya seas padre,
educador, o una madre que piensa, erróneamente, que no está siendo una “buena
madre”.¿Hay algún modo de poder garantizar la felicidad de nuestros hijos?
En absoluto, no existe una receta mágica que nos garantice el que los
niños puedan convertirse el día de mañana en personas adultas completamente
felices. Pero como progenitores y educadores, podemos establecer unas bases,
unas directrices que habrán de servir como punto de partida, a partir de las
cuales desarrollen sus competencias sociales o su seguridad emocional.
Hemos de tener claro también otro aspecto: hasta la adolescencia, los
progenitores van a ser la máxima figura de referencia en los niños. La figura
de la madre, del padre, también de los abuelos en muchos casos, se convierten
en esos modelos de referencia de quienes aprender y de quienes sentirse seguros
mediante las indispensables relaciones de apego.
1. Ayúdales a tomar decisiones
Es posible que no puedas dedicarles todo el tiempo que te gustaría.
Tienes un horario de trabajo determinado y a veces, no llegas a tiempo a casa
para hacer con ellos los deberes o para salir a pasear un rato. No importa. No
obstante, sí que hay algo que debes evitar.
No permites que se encierren en sus habitaciones, no dejes que la
televisión, el ordenador o los videojuegos “os quiten” ese poco tiempo que
podéis compartir de la mejor forma: hablando. Mantén con ellos una charla
diaria con tranquilidad y cercanía. Conoce cuáles son sus preocupaciones, sus
deseos.
Si tienen algún problema, no lo resuelvas por ellos, ofréceles estrategias
y consejos para que lo hagan por sí mismos. Para educar niños felices hemos de
conseguir primero que sean responsables de sus propios asuntos, dándoles medios
con los cuales, afrontar esos pequeños problemas cotidianos. Hazlo con cariño,
preocupándote, pero ofreciéndoles autonomía.
Si se equivocan en alguna ocasión, jamás los reprendas o los sanciones.
Ayúdales y enséñales, que en la vida, también hay fracasos y que de todo se
debe aprender. Es necesario también que vayan gestionando el importante
concepto de la “frustración”.
2. Ofréceles autonomía dentro de unos límites.
La educación empieza desde el momento “cero” del nacimiento, y recuerda,
es cosa de dos. Los dos progenitores deben estar de acuerdo en qué pautas
educativas hay que aplicar, delimitar qué se va a permitir, qué horarios
establecer, qué prohibir y qué negociar.
Los niños deben saber desde muy pequeños que en casa, como en la
sociedad, hay unos límites que debemos respetar, y cuanto antes lo sepan más
seguros se van a sentir, por que van a saber a qué atenerse en cada momento.
Una vez establecidas las normas, ofreceremos derechos, y todos los derechos se
negocian y se dialogan.
Es importante además que ofrezcamos a los niños una autonomía adecuada
según sus edades. Es un modo de que puedan sentirse capaces y seguros de sí
mismos, teniendo siempre nuestro apoyo y nuestra orientación en cada momento.
Ofréceles siempre tu confianza, dialoga antes de sancionar, escúchales antes de
reprenderles y habla, habla todo lo que puedas con ellos. Que jamás te vean
como a un enemigo.
3. Nunca intentes compensar el tiempo que no puedes pasar con ellos.
Es un error que cometen muchos padres y madres de hoy en día. Al no
poder pasar con ellos todo el tiempo que nos gustaría, acabamos cayendo en el
recurso fácil de compensarles con un regalo, con un juguete, con ese videojuego
que siempre piden, con esa tableta, con ese móvil… Es un gran error.
Los niños no aprecian tanto los regalos como pensamos. Y más si lo
utilizamos como chantaje, porque ellos, en el fondo, acaban comprendiendo muy
bien la estrategia. Así pues, debemos tenerlo claro: no hay nada que compensar.
Los padres trabajan y es lo habitual, cada uno en la familia tiene una función
y un papel, no tenemos que compensarles con “objetos” por no estar en casa.
Compénsales con “calidad” de vida. El tiempo que estés con ellos, que
sea siempre el mejor, el más sincero. Así que no dudes en hacer cosas juntos
con ellos, en jugar, hablar, cocinar, pasear… Cierra el móvil y ríete con tus
hijos, sin preocuparte en si eres o no eres el padre o la madre “perfecta”. No
importa, hay mil formas de ser un buen progenitor y todos nos valen para educar
niños felices.
4. Comunicación.
No importa que el bebé no sepa aún hablar. La educación de los niños empieza
desde el mismo instante de su nacimiento. El establecer rutinas, pautas,
hábitos y hablarles en todo momento a través de un tono sereno pero firme, va a
hacer que el niño vaya aprendiendo de nosotros.
Responde todas sus preguntas, atiende sus preocupaciones, pregúntale qué
piensa, qué siente aunque tenga solo dos o tres años. Establece una interacción
continua donde siempre seas igual. Las discrepancias, las contradicciones,
causan cierta frustración en el niño.
Si debemos dar órdenes, que sean firmes y claras. Y una a una. Las
órdenes irán acompañadas siempre de una buena comunicación y argumentación.
Explique qué finalidad tienen, ya que debemos hacer comprender al niño en todo
momento qué esperamos de ellos con congruencia, y sobre todo, sin caer en
contradicciones.
5. Inteligencia emocional.
Podemos enseñarles a leer, a ir en bicicleta, a cruzar los semáforos en
verde y a aprenderse las capitales de cada país. Pero debemos atender también
su mundo interior. Hablar de sus propias emociones le va a ofrecer unas
competencias esenciales para el día de mañana, no solo para entenderse a sí
mismo, sino también para entender a los demás.
Es normal que los niños tengan rabietas, enfados, ataques de ira…
indagar qué hay detrás de estos comportamientos les hará entender qué sienten y
cómo canalizarlo. No deseamos niños enclaustrados en sus propias habitaciones
pendientes únicamente de sus ordenadores y teléfonos móviles. Deseamos que los
niños se relaciones, que interaccionen con el mundo y con ellos mismos. Hay que
acostumbrarles a que hablen de sus problemas, que sepan buscar ayuda y esto
solo se consigue mediante la confianza en el día a día.
6. Educación democrática.
Los niños van a moverse en distintos contextos y deben aprender que en
todo espacio existen límites y normas establecidas. Si se las dejamos claras y
les decimos qué pueden hacer y qué no, integrarán el mensaje de que las cosas
no serán de la manera que quieran y cuando lo deseen siempre.
Los niños con poca resistencia a la frustración suelen ser los más
infelices porque nunca consiguen aquello que desean. Para evitar esto hay que
establecer una educación democrática, con normas que se dialogan entre todos
para que sean más comprensibles. Las normas y los derechos siempre se negocian.
Los niños deben demostrarnos que son capaces de hacer cosas y que podemos
confiar en ellos, es así como irán madurando poco a poco, cuando conozcan sus
derechos y sus deberes.
7. Libertad, imaginación y respeto.
Cada niño nacerá con un tipo de personalidad y un tipo de necesidades,
intentar cambiarlas es un error. Puede que desees que tu hijo haga una carrera
universitaria, que sea médico, por ejemplo, pero debemos saber atender sus
inclinaciones.
8. Padre jugando con su hijo
Hay que aportarles libertad para elegir, respetar sus limitaciones y
también valorar sus aciertos o éxitos. Cuando sanciones alguno de sus
comportamientos no te fijes únicamente en lo que haya hecho mal, indícale cómo
debe hacerlo bien. El respeto y una buena educación debe jugar con ambos
aspectos: sancionar lo negativo pero dar oportunidades de mejora.
Fomenta siempre que puedas su imaginación, dale oportunidades de
aprendizaje, sírvele de guía para enseñarle cosas nuevas en las que pueda
inspirarse. Ofrécele libertad para encontrar su camino, haciéndole entender qué
siempre, le darás su apoyo elija lo que elija.



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